martes, 26 de junio de 2012

insomnes

En casa nadie podía dormir. Nos había entrado de repente el bichito del insomnio y no había cómo sacarlo! Escuché a Papá entrar en un estado de desesperación típico en él. Querer encontrarle la razón lógica a todo, sin entender que no dormir también tiene sus encantos. Desde mi habitación podía escuchar cómo interrogaba a mamá, cuestionándole por qué no se iba a dormir ya. Y que qué le pasaba. Que esto no es normal. Que no, no, tú siempre duermes temprano. Que hay algo aquí que no va bien. 

Mamá no respondía. Estaba como hipnotizada con los ojos en la pantalla de la computadora. Sus silencios transmitían una irritación inmensa ante ese interrogatorio pseudopolicial. Y qué si no podía dormir. Quizás estar hipnotizada era una manera de descansar también. Y  en todo caso, quién era él para decidir cómo ella disponía de sus horas de sueño. 

Yo pensaba que quizá alguien nos había puesto algo en el café. El insomnio estaba poniendo la casa de cabeza. De cabeza y con los ojos bien abiertos.

Permanecí metida entre las sábanas. Cuando mamá entró en mi cuarto y preguntó ¿duermes?, no respondí. 

Me gusta estar insomne a escondidas. En la oscuridad del fondo de mi cama. 


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