Ayer miraba a Valentina jugar. Le daba de comer a su muñeca sentada porque echada se podía atorar. Le golpeaba la espalda para sacarle chanchitos y luego la llevaba a la ventana para que mirara el mar y los dos o tres parapentes que volaban una mañana nublada pero feliz de Lima. Mi mamá se acordó que cuando yo era chiquita jugaba con mis muñecas por todos lados y a toda hora. Me dijo que no me cansaba de inventar historias y darle vida a los juguetes, haciéndolos que hablen entre ellos y vivan situaciones de otro mundo; jamas me aburría, cuando no tenía muñequitos para entretenerme, jugaba con mis manos, haciendo que una conversara con la otra. A veces extraño la inocencia de esos juegos de Barbies que se apoderaban de mis mañanas, tardes y noches. Mucho drama sí que tenían, pero un drama tierno e ingenuo. Barbie que se enamoraba de Ken (yo los llamaba casi siempre Kelly Kaposky y Zach Morris, como los de 'Salvado por la Campana') y tenían miles de hijos, que luego también se enamoraban (no entre ellos, claro está) y así continuaban las entreveradas historias de amor, siempre de amor.
Mostrando entradas con la etiqueta En un lugar recondito de mis memorias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta En un lugar recondito de mis memorias. Mostrar todas las entradas
lunes, 19 de abril de 2010
viernes, 26 de junio de 2009
Mi amiga imaginaria

La mía se llamaba Milagros…
A veces me gustaría que regrese.
Etiquetas:
En un lugar recondito de mis memorias,
Infancia
Suscribirse a:
Entradas (Atom)